martes, 31 de mayo de 2011

SUSANA Y DIOS



Estoy viviendo una época muy Joan Crawford. La cosa empezó con "Strait jacket" y, gracias a William Castle, descubrí que la gran señora de la pantalla vivió un esplendor maduro en películas de terror-tensión alucinantísimas.
Ahora, con SUSANA Y DIOS (Susan and God) también he comprobado que Joan logró retratar un cierto tipo de señora que se da mucho hoy en día: la estrella trascendental.
SUSANA Y DIOS nos presenta a una díscola millonaria que se pasa la vida de viaje por el mundo, tirándose a todo lo que se le apetece (esto no se ve pero se supone) y pasando olímpicamente de su hija y de su marido, que es un borrachín.
Susan tiene una pandilla de amig@s que pasan el rato poniéndose los cuernos, dando fiestas, jugando al tenis y casándose. Muy jet y muy Hello! todo. Susan tiene mucho morro y, cuando vuelve de su último viaje por Europa, se instala en el cortijo de una colega, para evitar a su marido el beodo y a su hija, Blossom, que sufre en silencio los braquets, las gafas y el abandono de sus progenitores. Esta Blossom me parece terriblemente predecesora de la Blossom televisiva, lo cual me sulibella.
Toda la película desprende un maravilloso aroma de actualidad, modernidad, desparpajo y ganas de mostrar las cosas como son. Precisamente, esto de decir las cosas como son y no caer en la hipocresía burguesa, forma parte de la revelación que ha sufrido Susan en London. Y aqui viene el punto clave: en la película, Joan Crawford interpreta a una Madonna enganchadísima a la Kabbalah, antes de que la propia Madonna naciera (¿Buscando a SUSAN desesperadamente?). Tal es así, que podría sospecharse que el giro de la Ciccone a lo hebreo y su afecto por la familia Berg se debe a sucesivos visionados de esta gran película de George Cukor con guión de Anita Loos (¡qué combinación! Tengo que ponerme algún día con el libro que tengo de la Loos con bocetos para posibles guiones), basado en la obra teatral de Rachel Crothers (esta no sé quién es). Susan se adhiere a un novísimo credo promulgado por una tal Millicent Wigstaff (¿no os parece un nombre de profesora de Hogwards?), que aboga por una total sinceridad (más en los demás que en una misma, qué jodía...) más allá del pudor y las convenciones sociales, para alcanzar la conexión espiritual con el Creador. Claro está, a nadie le mola que le obliguen a decir la verdad, o lo que el otro cree que es la verdad. Al final, todo se resume en sacar los trapos sucios, con la excusa del "buen rollito". Basura cuché, deliciosa. Lo cual no quita el mérito de la propuesta, al menos en lo de pasar de lo que opinen los demás y tirar palante con lo que de verdad se siente y se desea. Ser auténtico es lo más parecido a estar en comunión con Dios que puedo imaginar.
Desde finales del siglo XX lo Susan se ha convertido en tendencia: que le pregunten a todas las adictas a la Kabbalah, la Cienciología, la new age, el coaching, Jorge Bucay y la psicología positiva. La diferencia, eso sí, está en que a Susan le cuesta horrores convencer a su esposo para que le conceda el divorcio y volar libre como un pajarillo. Al final accede a retomar una vida "familiar", y... el resultado os lo dejo para que disfrutéis de la película.


("SUSAN CRAWFORD VA A SITIOS, CONOCE A GENTE.. Y HACE COSAS " me parece de una claridad expositiva imbatible por parte de los publicistas de la Metro; ¡quiero usar esa frase!)

Epílogo a lo tv-movie:
Madonna acabó divorciándose y follando con jovencitos. Estos días andan diciendo que se la ha visto rondando una sede del Opus Dei.
La hija de Susan, que podría equipararse a Lourdes Ciccone León antes de que la dejaran depilarse el entrecejo, por fin acabó mojando.

1 comentario:

  1. Magnifica Entrada!! Susan And God, es una gran película y joan está magnifica. Muy actual a pesar de ser de 1940. Giros estupendos. Y fijate la conexión con Madonna. Alucinante. Gracias!

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